Las deudas pendientes del Emprendimiento Social (Parte 1)

Por: Matías Rojas Co Fundador Socialab

Cada vez que me invitan a revisar proyectos o ser jurado de alguna competencia, intento aceptar. Disfruto desde las finales más improvisadas con proyectos que nacieron como letras desordenadas en una servilleta, hasta los que con fuegos artificiales hacen alarde de su amplio recorrido y experiencia. Es un cable a tierra conectarte con aquellos que desde cero, están comenzando a hacer algo para cambiar el mundo. Me permite constantemente cuestionarme qué más podemos hacer para que toda esta creatividad y voluntad, logre convertirse en productos y servicios que generen bienestar a millones de personas.

También es cierto que después de ver tanta pasión y talento me empiezo a cuestionar: ¿cuántos de ellos llegarán a buen puerto?¿Cuántos podrán generar soluciones sustentables?

He sido testigo de varios emprendimientos que no solo han generado soluciones, sino que su impacto ha ido en aumento. Pero la primera deuda que sigue teniendo el Emprendimiento Social es demostrar que esto va más allá de un par de PYMES con buena narrativa y prometedores resultados iniciales; es dejar de ser la suma de eternas promesas y entender que estas múltiples y simultáneas iniciativas locales son también piezas de un cambio sistémico mayor, en el que el único modo de hacerlo efectivo es cuando cada uno de esos grupos o individuos se conectan, conversan y se complementan. Pero más importante aún, cuando se sienten parte de un todo mucho mayor que ellos y que su propia empresa social. Si no nos damos cuenta de eso, seguiremos siendo una anécdota buena onda en la historia, y desperdiciaremos un gran potencial de transformación.

Si un Emprendimiento Social no funciona, si uno cae, caemos todos. Por ello es que tenemos en nuestras manos la responsabilidad de validar una nueva forma de hacer las cosas. Que nos vaya bien a todos es el único modo de no ser un bluff muy caro. Así, es necesario ver a estos emprendimientos más que como productos o servicios que puedan generar el ansiado Impacto Social, como la validación de una teoría sobre el desarrollo y la resolución de problemas sociales a gran escala. Verlos como una forma de elevar a la humanidad a un mayor nivel de conciencia.

Desde el 2010, cuando comenzamos a ver acciones coordinadas y masivas a lo largo de Latinoamérica para impulsar el Emprendimiento Social como un real motor de desarrollo para la región, hemos recorrido un largo y lento camino en el que hemos recogido grandes aprendizajes, y hoy es nuestra obligación transmitirlo para que la curva de aprendizaje se acorte.

Como anécdota, Socialab, a través de las Convocatorias de Innovación Abierta ha conformado un Departamento de I+D de casi medio millón de creativos, los cuales han respondido a 122 llamados realizados, recibiendo más de 44 mil propuestas en diferentes niveles de desarrollo. Si aproximamos la inversión en tiempo y dinero promedio de estas ideas, por el solo hecho de postular, a 400 USD cada una (según una convocatoria estándar) podemos decir que solo a nivel de ideas y creatividad para resolver problemas, la sociedad civil que participa en nuestros proyectos ha invertido más de 17,6 millones de dólares en los últimos cinco años (sin contar con el capital semilla entregado y el levantamiento de inversión realizada).

Si sumamos este esfuerzo, a nuestras actividades restantes y a todos los demás actores del ecosistema que apoyan la Innovación y el Emprendimiento Social en el mundo, es imposible acotar este movimiento a un par de startups sociales con un lindo discurso. Es innegable que existe una masa crítica para reconstruir la sociedad que queremos sobre los pilares de la colaboración y empatía.

En fin, el largo y duro proceso de aprendizaje que se vive en esta dimensión en la que deben conversar lo “social” de una ONG y lo “eficiente” de un negocio, parece ser cada vez más un arte que una ciencia. Al final del día, no creo que nos debamos ni a los accionistas, ni a los clientes/beneficiarios, ni a los equipos, ni a las ideas; nos debemos a algo mayor: a una red masiva y diversa distribuida de generación de bienestar que debe conectarse y conversar para trascender. Somos todos una pieza de algo más grande, lo estamos comprobando.

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